Primeira infância na rua: as vidas ignoradas pela estatística. Nexo Jornal

www.nexojornal.com.br/reportagem/2022/01/20/Primeira-infância-na-rua-as-vidas-ignoradas-pela-estatística

La memoria y la comunidad en la experiencia de vulnerabilidad

[…] En Colombia, en los últimos años hubo un proceso lento de recuperación de la memoria del conflicto armado. Este proceso es único en el mundo, pues habiendo iniciado el conflicto hace más de seis décadas, este todavía no ha terminado.1 Los procesos jurídicos por las violaciones de los derechos humanos que de ahí se derivan solo ahora arrojan sus primeros resultados: las víctimas están siendo reconocidas y recibiendo reparación del Estado. Actos de violencia significativos para conocer la verdad de lo sucedido y sus responsables son investigados.

Antes de este panorama surgieron en Colombia múltiples iniciativas de memoria generalmente impulsadas por grupos de personas u organizaciones de víctimas. Estas iniciativas eran formas de agenciar y hacer circular el dolor y el sufrimiento, trasladando para la esfera pública los sentimientos que por años permanecieron en el ámbito de lo privado. (Grupo de Memoria Histórica, 2009). Es en esa memoria de supervivencia que podemos indagar las acciones políticas de los sujetos y sus relaciones con la violencia. En este artículo describimos la creación de una de esas iniciativas en la ciudad de Medellín, un mural con los nombres de las personas asesinadas en el barrio Santo Domingo Savio (véase foto 1). A partir de esta descripción, analizamos la relación entre las concepciones de memoria, común y comunidad.

La iniciativa de memoria objeto de este análisis hace parte de una investigación cualitativa que tuvo como objetivo: analizar las acciones y prácticas culturales por las cuales los sujetos reconstruyen sus memorias en contextos de violencia e identificar los usos políticos de la memoria, como resistencia política en los espacios de lo cotidiano, íntimo, familiar o comunitario. El método usado fue el estudio de caso debido a su foco en lo particular y por abordar el significado de la experiencia a partir del análisis sistemático de un mismo fenómeno (Yin, 2012). Las técnicas usadas para obtener informaciones fueron la pesquisa documental y bibliográfica y la entrevista en profundidad con algunos de los creadores del mural y habitantes del barrio.

El texto está dividido en cuatro partes: en la primera realizamos una breve descripción del contexto de creación de la iniciativa de memoria, los conflictos vividos en el barrio y en la ciudad de Medellín. En la segunda abordamos concretamente los procesos de construcción del mural, los debates producidos entre sus creadores y los habitantes del barrio, los procesos de identificación y reconocimiento. En la tercera parte analizamos el trabajo de luto y memoria como posibilidad o no de conformación de una comunidad. Por último se presentarán las conclusiones. El texto no hace una separación entre la presentación del caso y el marco teórico y referencial, intentando crear así un diálogo entre estos para dar relevancia a los testimonios de los entrevistados.

1. Santo Domingo Savio y los conflictos violentos en Medellín

Los primeros habitantes de Santo Domingo Savio, en el nororiente de Medellín, llegaron allí en la década de 1960. Ellos vivían en condiciones precarias, no eran propietarios de la tierra y enfrentaron una ardua lucha para legalizar sus propiedades y obtener las condiciones mínimas de subsistencia. En la década de 1980, el aumento de la ocupación ilegal y el crecimiento de la población en el sector, impactaban significativamente la región. Simultáneamente en ese período se consolidó el poder del narcotráfico, identificado por algunos como la época en que las condiciones del barrio cambiaron. El Cartel de Medellín2 involucró en sus actividades a jóvenes habitantes de estos barrios. Esto trajo como consecuencia un aumento en la delincuencia y en la creación de grupos dedicados a actividades ilícitas (González Vélez y Carrizosa, 2011). Aunque el narcotráfico no era el único responsable de la violencia. En la década de 1990 la ciudad fue testigo del incremento de la violencia con la presencia de las milicias, que eran grupos armados organizados con objetivos de defensa y seguridad de los habitantes (Jaramillo, 1994), y organizaciones criminales, algunas de ellas con sofisticados sistemas de operación y fuerte control territorial (Alonso, Giraldo y Sierra, 2006). En el presente siglo, hicieron presencia los grupos paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia, directamente asociados a los narcotraficantes que tomaron el control del negocio después de la muerte de Pablo Escobar (Jaramillo, Ceballos y Villa, 1998; Martin, 2012).

Las luchas por el control del territorio y los enfrentamientos entre los grupos, dejaron como resultado un número considerable de muertes en el barrio, a tal punto que este sector donde está localizado Santo Domingo Savio, la Comuna 1, era considerado uno de los territórios más violentos de Medellín. Entre 1980 y 2010, la Comuna 1 ocupó el segundo lugar en el registro de muertes violentas en la ciudad (Restrepo, Vélez y Pérez, 1997; Gil Ramírez, 2009).

Durante la primera década del siglo XX, el barrio experimentó transformaciones importantes, como consecuencia de intervenciones urbanas como el Metro Cable, sistema de transporte masivo y el Parque Biblioteca España. Por otro lado, también era propicio el contexto para la negociación entre los diferentes grupos armados que operaban en el barrio, debido a los procesos de desmovilización, desarme y reintegración a la vida civil de los grupos paramilitares con presencia en Medellín, promovido por el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez (Alonso Espinal y Valencia, 2008)”.


“[…]Una líder comunitaria afirmaba en una entrevista a un periódico local en el 2006: ‘’[el mural] era el recuerdo de una guerra pasada y en algo superada, en la que todos perdimos a alguien o algo, pero perdimos’’ (Henao, 2006). En esta afirmación puede estar la clave para comprender la posición de Julián y de todos aquellos que incluyeron en el mural a sus amigos y familiares.

El mural era una oportunidad para dar sentido y orientación política al luto colectivo. Inscribir los nombres de sus muertos, de todos sus muertos, era reconocer e identificar el sufrimiento propio en el rostro del otro. La expresión pública de este sufrimiento que les era común, suprimía las relaciones de poder y coacción y los igualaba a todos en una misma posición.

Butler (2006) señaló la importancia de fijarnos en el hecho de que nuestra vida esta ligada a la vida de los otros. Como consecuencia, la vida nos reclama la habilidad para narrarnos a nosotros mismos a partir de una posición que no es la propia sino la de un tercero. Podemos preguntarnos si el mural de Santo Domingo Savio no nos coloca en la exigencia de esta perspectiva, del tercero, a partir de la cual nuestra narrativa sobre nosotros mismos sería sensiblemente modificada.

Las negociaciones y disputas, inscripciones y tachaduras, la elección de dejar o no allí los nombres, los conflictos de los nos hablan esos esos movimientos, connotan la relación con lo otro y con las exigencias que se originan desde este horizonte. ¿No sería nuestra vulnerabilidad y la pérdida que allí está implícita lo que se destacaría del escenario en el cual Julián nos hace ingresar? No sería, como Butler (2006), enfatiza, la tarea de duelo la que permitiría la constitución de una comunidad?

¿Qué podemos entender por luto? Butler (2006) afirma que el ‘’luto tiene que ver con la concordancia de sufrir una transformación, cuyo resultado no se sabe de antemano’’ (p. 21) y que ‘’el luto contiene la posibilidad de aprender un modo de desposesión, lo que es fundamental para definir quién soy yo’’ (p. 28). Aquí, es esta desposesión la que se presenta como perspectiva del tercero ya mencionada.

Sin que se quiera colocar en riesgo la distinción entre víctima y verdugo, el mural de Santo Domingo Savio innegablemente constituye un campo propio que tendería a ubicarse al margen de estas distinciones, incluso cuando su existencia revele los conflictos y posiciones que se distribuyen entre esos dos ‘’lados’’. Ese ‘’colocarse al margen’’ marcaría una brecha por la cual podríamos concebir tal vez una forma de comunidad. Como Butler (2006) ya se preguntó: ‘’¿A qué costo establecí lo familiar como criterio por el cuál la perdida de una vida humana merece ser llorada?’’ (p. 38).

Al confrontarnos con el otro que la inscripción en el mural propicia, se abre un margen en el cual se constituye lo común — estar en el mural — , subvirtiendo la idea usual de lo que es familiar, pues verdugos y víctimas están allí. Aquel espacio sería la dimensión de pérdida lo que tocaría a todos. Lo familiar no sería lo más cercano, sino la vulnerabilidad que me liga al otro. Esa ‘’concordancia en sufrir una transformación’’ que Butler asocia al luto, implica igualmente una concepción de sujeto que lo tome en su evanescencia, sin puntos excesivamente fijos de identificación — el bueno y el malo, por ejemplo — . De este modo, se reconoce en el sujeto la dimensión de figura, máscara, fábula, representación: nada, por tanto, que se traduzca por sustancia o posición dada de antemano (James, 2002). Esto es nada próximo a una idea de identidad como fija, acabada o cierta, de modo tal que inviabilice el desplazamiento para la posición del tercero, conforme al sentido de Butler”.


Judith Butler. Quadros de Guerra. Resenha

Judith Butler em ‘Quadros de Guerra: Quando a vida é passível de luto?’, publicado originalmente em 2009, retoma as linhas de força de seu livro de 2004, ‘Precarious Life’. Do título original, ‘Frames of War: When is Life Grievable’, Butler sublinha a relação entre ‘frame’, quadro, e o ato de enquadrar, realizar enquadramento, produzir molduras pelas quais apreendemos a vida dos outros.

O ponto de partida do ensaio de Butler é a importância de se notar a condição precária como constituinte de qualquer concepção relativa ao sujeito ou à subjetividade, tanto quanto capital para a compreensão da relação com o outro. Daí a autora também questionar a ideia de pessoa como individualidade.

O questionamento acima tem como corolário o uso das normas como vias de reconhecimento de formas de diferença. Esse reconhecimento está pautado na primazia do entendimento de que a moldura pela qual a realidade é apreendida deixa sempre escapar algo, um resto que a ultrapassa e que deve se fazer presente seja na definição de si, que não se resume a uma individualidade, seja na relação com o outro, que se constitui como alteridade.

A linha seguida por Butler acaba por revelar os motivos pelos quais ela não se vale de preceitos comuns ao multiculturalismo. Isso porque, segundo o argumento, o multiculturalismo pressuporia comunidades constituídas e, por conseguinte, sujeitos já estabelecidos.

Não partir de um dado a priori é importante para Butler, uma vez que seu foco não é o de ressaltar políticas identitárias, mas, antes, o de fazer surgir a precariedade que nos constitui e suas distribuições diferenciais [55]. É por essa via que ela indaga a possibilidade de que “talvez possamos repensar a liberdade […] como uma condição de solidariedade entre minorias, e perceber como é necessário formular políticas sexuais no contexto de uma crítica incisiva da guerra” [196].

O movimento adotado pelo livro, tal como em ‘Precarious Life’, é o de investigar como novas constelações podem propiciar outros entendimentos sobre a normatividade [207]. Nesse sentido, outra vez ressalta a distinção entre performatividade e construção [238], sobretudo quanto à impossibilidade de se determinar uma origem das normas. Ou seja, não se trata de partir de algo dado, mas de constituir a subjetividade a partir de atos. Daí o uso do termo iterabilidade [237], também proposto por Derrida, que ressalta a possibilidade de repetição e alteração, mudança e deslocamento, sem o apelo a um referente.

O projeto ético e político apresentado por Butler ressalta que o reconhecimento do outro implica a apreensão da precariedade que é própria à vida e que não está adstrita a um indivíduo, dependendo de condições sociais e políticas. É assim que ela afirma que “as condições sociais da minha existência nunca são completamente determinadas por mim” [241]. É por esse motivo também que a precariedade seria a “condição generalizada para toda e qualquer estratégia, somos precariedade compartilhada”[256]. A conclusão de Butler mostra o fio da navalha onde seria preciso encontrar o lugar a partir do qual estabelecer a luta que se exigiria agora: “Nenhum sujeito tem o monopólio sobre ‘ser perseguido’ ou ‘ser perseguidor’, nem mesmo quando histórias fortemente sedimentadas (formas de reiteração densamente combinadas) produziram esse efeito ontológico” [255].

O desafio proposto por Butler é patente igualmente nesta citação:

Reconhecer a violência não garante, de modo algum, uma política de não violência. Mas o que pode perfeitamente fazer diferença é considerar a vida precária e, portanto, também a condição de violável uma condição generalizada, em vez de uma maneira diferencial de marcar uma identidade cultural, isto é, como um traço recorrente ou atemporal de um sujeito cultural que é perseguido ou violado por definição e independentemente da circunstância histórica [250–1].

Ao final, Butler condensa seus argumentos da seguinte forma:

Nessas circunstâncias [das dificuldades de se manter receptivo a uma vicissitude da igualdade], quando agir reproduz o sujeito à custa de outro, não agir significa, no fim das contas, uma maneira de se comportar de modo a romper com o círculo vicioso da reflexividade, uma maneira de ceder aos laços que atam e desatam, uma maneira de registrar e exigir igualdade de maneira efetiva. Trata-se mesmo de um modo de resistência, especialmente quando recusa e rompe os enquadramentos por meio dos quais a guerra é forjada repetidas vezes.


BUTLER, Judith. Quadros de guerra: Quando a vida é passível de luto? Rio de Janeiro: Civilização Brasileira, 2015.

Publicado originalmente em Cartas do Litoral

Tangerine

Gênero, vulnerabilidade e agência

De outra parte, a tentativa de proteger a vulnerabilidade tem resultado em políticas em que a situação vulnerável parece estar sendo fixada, ou nos termos mais contemporâneos, estabilizada como um atributo, retirando a agência dos que são tomados como tal. O que até os anos 90 se configurava como a disputa entre a opressão e a transgressão passou a ser a contraposição entre a capacidade de escolha e a vulnerabilidade, trazendo efeitos que me parecem ter que ser melhor ponderados. Maria Filomena Gregori.

Leia também:

A vítima tem sempre razão?

Veja:

1945

O ruído das coisas ao cair. Resenha

Como escrever sobre a vulnerabilidade que nos habita?

Nesse romance a memória e a história têm um lugar especial. Os fragmentos, as lembranças, as narrativas incompletas, o passado e sua interpretação tudo isso compõe um tempo no qual somos envolvidos junto com os personagens e a partir do qual vislumbramos bifurcações que apontam também para futuros incriados…mas cujas interrogações fazem-se atuais. A Colômbia, sua história e seu presente, Bogotá e seus cidadãos, todos são personagens na letra de Vásquez e recebem descrições que nos convidam a conhecer imagens que desenham violências, desencontros e persistências.

É do seio de interrogações que nascem do encontro entre geografia, história, memória e acaso que nos damos conta da vulnerabilidade que nos define e do desconforto de viver com ela. Dessa perspectiva, ainda que a Colômbia esteja no horizonte da narrativa, aquela vulnerabilidade diz respeito a todos nós.


Vásquez, J. G. (2013). O ruído das coisas ao cair. Rio de Janeiro: Objetiva.

Leia a resenha completa em Cartas do Litoral.

A silenciosa revolução das empregadas domésticas colombianas

María Roa Borja levou às lágrimas aplateia que a escutou sete meses atrás na Universidade Harvard. Lutando contra o nó na garganta e o nervosismo que mal a deixavam falar, Roa Borja narrou ali vários capítulos da sua vida. Contou como foi deslocada pela violência em seu país, a Colômbia, e como é difícil trabalhar como empregada doméstica. Pediu reconhecimento às mulheres que vivem de servir aos outros e exigiu bom tratamento. [Leia mais – El País]

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"E agora, José?" integra um coletivo de pessoas que realiza uma série de ações buscando eliminar o machismo e as consequências dessa prática na vida de mulheres e homens. Entre as suas principais ações estão o Programa "E agora, José?", iniciado em 2014, que realiza grupos socioeducativos de responsabilização de homens condenados pela Lei Maria da Penha (11.340/2006) e o Curso preventivo "E agora, José?" sobre Gênero e Masculinidades, com 80 horas, realizado, anualmente, desde 2015, dirigido a homens, funcionários públicos e da sociedade civil.

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